Un día cualquiera Pepe regresa a casa, está cansado de una dura joranda de trabajo. Subir sacos de cemento a un tercero sin ascensor es mortal para cualquiera, y más en el mes de Julio.
Le dolía un poco la cabeza y esta vez, ha adelantado su hora de regreso. Normalmente llega entre las 9 y las 10 de la noche, no es el caso de hoy.
Los niños no están en casa, tampoco María.
Pepe cae en la cuenta de que es un martes, son las 7 de la tarde y a esa hora los pequeños tienen clase de ingés.
Coge una cerveza y se desparrama en el sofá del salón, enciende la tele, da igual el canal que ponga, todo le parece basura, no obstante, decide quedarse en Tele 5, está hablando Belén Esteban, la princesa del pueblo.
Al poco, suena un móvil, no es el suyo. Parece que María se ha dejado su smartphone Sansumg S8 en casa.
Pepe quiere saber quién ha llamado. Coge el móvil de María, un número grabado, con el nombre de Carla. No conoce a ninguna Carla y las amigas de su mujer se cuentan con los dedos de las manos.
Dicen que la curiosidad mató al gato. Pepe marca el teléfono de Carla con el móvil de su mujer. El tono dura unos pocos segundos que le parecen siglos a Pepe, un sudor frío le atrapa.
Desea con todas sus fuerzas oir la voz de una mujer pero se teme lo peor.
Carla descuelga el teléfono, se escucha una voz de hombre que dice “Hola pichoncita mía, dónde estabas, tenía ganas de escuchar tu voz”.
Pepe cuelga el teléfono y literalmente se derrumba en el sofá. Su mundo, tal y como lo conoce ha llegado a su fin. Nada volverá a ser igual.