Cuando acaba el matrimonio cada cónyuge tendrá el 50% de lo obtenido, tanto si es activo como si es pasivo, se reparte a partes iguales. Si el matrimonio fue una ruina económica, pues mitad para cada uno, y si fue una éxito y solo hay riqueza, ambos serán la mitad de ricos que antes. Por tanto es el más solidario e proporcional.
Los bienes privativos no se tocan, quedan para su titular. No se cuenta lo que tuvieran antes del matrimonio ni lo que le tocara por herencia.
No se puede “comerciar” con la casa habitual por ningún cónyuge, necesitará el permiso del otro.
El cónyuge más débil quedará protegido frente al más poderoso en caso de una ruptura matrimonial.
Si un cónyuge queda incapacitado el juez puede nombrar administrador de todos los bienes a su pareja.