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estados mentales de un divorcio

La palabra divorcio a todo el mundo nos suena, pues quien no ha tenido algún amigo, conocido o  familiar que ha tenido que pasar por ese proceso; ahora bien, una cosa es que haya pasado un amigo o conocido, y otra, muy distinta, tener uno que ser el protagonista de tu propia separación, pues, como ya se sabe, los toros desde la barrera se ven de manera distinta.

Es tan alta la tasa de divorcios no solo en nuestro país, donde cada año se divorcian más de 100.000 parejas, sino en todo el mundo, que quizá sería bueno en la boda repartir algunas tarjetas de abogados especialistas en derecho de familia, o eso, al menos dice un buen amigo letrado de Madrid, pues tarde o temprano la podrán necesitar.

Nadie va al matrimonio pensando en separarse, pero, las probabilidades de que la sombra del divorcio nos alcance son tan altas, como que en diciembre haga frío en el centro de Madrid. Muy pocas parejas llegan al final de sus días juntos.

No obstante, siendo así las cosas, muy pocos cónyuges se encuentran preparados para su ruptura, sobre todo si es un divorcio contencioso, pues supone, por regla general, un gran cambio en su vida personal y quizá también en la profesional.

Las personas por lo general, pasan por una serie de estados de ánimos a lo largo de su divorcio, aunque hay que dejar claro que no todos los divorcios son iguales, y si hablamos de las personas, para gustos los colores como dicen. Cada uno se toma su divorcio como quiere o como puede, y los estados de ánimo que aquí se enumeran no pretenden ser una imagen de lo que pasa en cada divorcio, aunque en muchos casos pueden coincidir todos, o alguno, y no precisamente en el orden que se enumeran.

  1. Conmoción

  2. Negación

  3. Ira

  4. Negociación

  5. Depresión

  6. Aceptación

Conmoción. El primer estado de ánimo es una conmoción en nuestro cerebro, algo para lo que el común de los mortales no está preparado, se produce una especie de cortocircuito que nos deja en estado de schock, sobre todo, si la palabra divorcio y su planteamiento viene de nuestra pareja, cuando, ni de lejos podíamos imaginarnos estar en una situación como esta por una simple discusión que se produjo el fin de semana pasado en casa de tus suegros, por ejemplo.

 

Incluso si es el propio cónyuge quien da el paso, tampoco se libra por lo general de este estado de ánimo, pues supone casi siempre un antes y un después en la relación de matrimonio y cuyas consecuencias son imprevisibles (entendiendo como consecuencia el cómo se lo va a tomar nuestra pareja).

 

Negación. Como hemos dicho el “esto no me puede estar pasando a mi” es muy recurrido en nuestro esquema mental. Le damos vueltas a los hechos que han podido desencadenar este lance y es muy frecuente no encontrar motivos para tomar tan grave decisión, sobre todo si de por medio hay hijos menores de edad.

Muchas veces tendemos a creer que son “rabietas” pasajeras que merecen un lapso de tiempo sosegado para que todas las aguas vuelvan a su cauce.

 

Ira. Un tercer estado mental bastante peligroso si no sabemos controlarnos. La furia y enfado que puede desencadenar una noticia como esta puede tener una consecuencias fatales en el devenir del proceso. Imaginemos por ejemplo que el marido entra en cólera en medio de una discusión y agrede verbal o físicamente a su pareja, en ese momento, si se produce una denuncia por violencia de género, entra en marcha el protocolo que los fuerzas y cuerpos de seguridad del estado tienen previsto y, si hay un parte de lesiones de por medio o testigos que corroboren que se ha producido una agresión a la presunta víctima, lo más seguro es que acabemos en el calabozo a la espera de un juicio rápido en el juzgado de violencia de género sobre la mujer. Este hecho, tendrá una importancia vital en el divorcio pues por un lado ya no será un Juzgado de 1ª Instancia (o sea civil) el que se haga cargo del proceso, sino que será un juzgado penal. Del mismo modo, si somos condenados en sentencia firme, y tenemos pensado pedir una custodia compartida para nuestros hijos tampoco podremos.

Este sentimiento es el más peligroso de todos, pues puede ir acompañado de rencor y odio hacia nuestra pareja, pues se tiende a recordar episodios pasados donde fuimos nosotros los perjudicados por nuestra pareja y lo dejamos pasar y perdonamos situaciones que nos hicieron daño.

Ya conocemos todo la manida frase “del amor al odio hay un paso”.

 

Negociación. Asumido que no hay vuelta atrás en la decisión, podemos, si hay posibilidad, intentar negociar el acuerdo divorcio, o lo que es lo mismo, el convenio regulador, siempre que la ruptura sea amistosa, o al menos, se intenta para evitar el temido por algunos divorcio contencioso, donde cada progenitor buscará, a través de su abogado especialista en familia, lo mejor para sus intereses.

La negociación tiende a centrarse en dos aspectos básicos, los hijos menores, si los hay, y el reparto de bienes, si los hay. Tanto uno como otro son los caballos de batalla de todo divorcio.

En cuanto al primero, uno quiere una pensión de alimentos de 500 € mientras que el otro dice solo llegar a 300 € con su sueldo; uno quiere la custodia compartida y el otro no accede; uno quiere visitas intersemanales y el otro no….

En cuanto al segundo, qué podemos decir, sobre todo si hay inmuebles, fondos de inversión, cuentas corrientes con dinero, coches,….

 

Un aspecto a tener en cuenta es que normalmente en todo divorcio intervienen durante todo el proceso unos actores que, en principio nada tienen que ver, a saber, los familiares y amigos. Es especialmente llamativo cómo algunos clientes tienden a escuchar y seguir los consejos de un tercero antes que los de su propio abogado; es muy común también en el gremio de los médicos…

 

Depresión. Un estado muy peligroso para muchas personas, algunas muy sensibles, que necesitan tanto un apoyo psicológico como legal. Algunos clientes se derrumban por completo esto además de ser un problema personal, puede producir daños colaterales como el darse a la bebida por ejemplo, o acabar peligrando su puesto de trabajo, lo que produciría un desmoronamiento total en la persona.

No he conocido a nadie que se haya muerto como consecuencia de un divorcio, pero si he conocido a muchos que han echado por tierra carreras profesionales prometedoras.

Siempre recordaré el caso de un cliente, cuyo pago con una tarjeta de crédito de unos servicios “profesionales” de una señorita acabó por completo con una vida de ensueño para muchos tanto en lo personal como en lo profesional, pasando de tenerlo todo a estar en la miseria más absoluta.

Un divorcio puede ser la ruina completa para una persona, por lo que no deberíamos tomarnoslo a la ligera.

 

Un divorcio de 300 €, como los hay en internet, pueden resultar siendo el divorcio más caro del mundo, mientras que uno de 3.000 € puede ser para una persona, el divorcio más barato. Todo depende de las circunstancias personales y económicas de cada persona en concreto.

No obstante, y volviendo al tema principal, la depresión, si se produce, se debe tratar de manera adecuada.

 

Aceptación. Es el final del proceso mental, cuando la mente, ya  cansada y abatida de esa montaña rusa que supone la separación, dice basta y recupera su estado normal. Una persona no puede estar siempre enfadada, siempre sufriendo, pues no hay cuerpo que aguante una situación extrema durante mucho tiempo.

Muchos/as acaban tirando todo su vestuario pues los pantalones se les caen si no pone remedio un cinturón, al que previamente hay que hacer otro par de agujeros de lo delgados que quedan los cuerpos.

Llega el momento de aceptar la nueva situación, quizá un nuevo hogar, que bien puede ser una habitación alquilada, un piso si hay suerte y recursos para pagarlo, o quizá la vuelta al hogar de los padres, ya mayores, que siempre tienen un hueco para sus hijos.

La economía queda mermada, pues ya no son dos sueldos los que entran a fin de mes, y, si hay que abonar pensiones de alimentos a los hijos, el ir al cine un fin de semana puede llegar a ser una utopía para muchos; pero al fin, las aguas vuelven a su cauce, y nuestra mente poco a poco va recuperándose de una situación para la que nadie está preparado.

No obstante, para otros, quizá el divorcio sea una liberación, un nuevo comienzo, algo con lo que han estado soñando mucho tiempo. Pongo el ejemplo de muchas madres que, por cuidar de sus hijos menores, y, estando sin recursos económicos suficientes como para poder sobrevivir por sí mismas, han tenido que sufrir los sinsabores de un matrimonio desdichado, donde las faltas de respeto, o algo peor, han sido el pan nuestro de cada día.

En este caso, la situación es muy diferente, pero, como hemos dicho al principio, cada divorcio es un mundo, y todos somos diferentes.

 
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