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  • los 10 errores de un divorcio

  • Un error muy común es dilatar una situación que no tiene ninguna solución. La gran mayoría de las parejas que inician un conflicto conyugal ven como éste se recrudece con el paso del tiempo, sobre todo si comparten un mismo techo. Las tensiones van en aumento y cualquier “chispa” puede generar un encontronazo que solo hace empeorar las cosas y alejar una posible solución pactada al modo de divorcio de mutuo acuerdo. Un divorcio tiene que ser rápido (salvo que sea un divorcio contencioso), en la medida de lo posible, una vez ventiladas las pocas cuestiones importantes que puede haber, guarda y custodia de los hijos, la pensión de alimentos, el régimen de visitas y, en su caso, la liquidación de la sociedad de gananciales.

  • Dar importancia a lo que no lo tiene. Si estamos intentando solventar un divorcio por la vía amistosa, y los puntos importantes ya están cerrados, no tiene sentido discutir por cosas triviales, nimias o superfluas. Muchas parejas pueden llegar a romper un acuerdo casi cerrado por quedarse con una televisión o con un coche de 13 años.

  • Asesorarse por familiares, amistades o compañías varias. Cuando a alguien le duele una rodilla, lo normal es que acuda a un especialista médico, si tiene un problema con una muela ir con un dentista, y si se le pincha un neumático del coche, lo normal es ir a un taller a que se lo reparen. Con un divorcio o una separación sin embargo, ocurre algo extraño, ya que parece que todo el mundo está “especializado” en esta rama del derecho. Todo el mundo conoce a alguien que se ha divorciado y está dispuesto de manera altruista a “asesorar” de manera desinteresada. Craso error. Cada divorcio es distinto, tiene sus peculiaridades y no vale el “café para todos”. Un abogado especialista en divorcios y separaciones tiene la experiencia necesaria para asesorar en este sentido.

  • Discutir sobre lo mismo una y otra vez. Si la ruptura tiene un punto central, como puede ser una infidelidad, no resolverá nada generar una y otra vez una discusión sobre el particular. Dicen que “agua pasada no mueve molino”, bien, pues en este caso, discusiones muy acaloradas no van a hacer cambiar ese hecho. Otra cosa bien distinta es que ese mismo hecho produzca unas consecuencias.

  • Utilizar a los hijos para dañar a un cónyuge. Este punto es terrible y mezquino. Un menor no tiene por qué pagar por los asuntos de sus padres, y mucho menos ser usado para conseguir ningún objetivo. Su padre y su madre serán por siempre insustituibles, por muchas parejas que puedan venir después.

  • Buscar el abogado más económico. Puede salir bien, o no. No necesariamente el profesional por barato ha de ser malo. Ahora bien, no estaría de más tener alguna referencia antes de poner en sus manos un aspecto tan importante.

  • Discusiones con insultos. Son muy frecuentes de puertas para dentro, aunque la apariencia en sociedad sea la contraria. Todas las parejas discuten, eso ha sido así siempre y seguirá siendo así mientras que el hombre exista, ahora bien, si de por medio estamos tratando una separación matrimonial puede ser frecuente que “se escapen” diferentes calificativos que menosprecian y, en muchos casos, humillan a la otra parte. Este hecho puede ser objeto de un ilícito penal, castigado incluso con penas de prisión.

  • Involucrar a la familia. Cuando una pareja se rompe, los daños colaterales pueden ser diversos, y, uno de ellos, suele ser la familia más próxima, abuelos/as, cuñados/as, hermanos/as (aparte de los hijos, por supuesto). Todos tendemos a cobijarnos en nuestros seres queridos cuando la cosas se ponen feas, pero hay que tener presente que el divorcio se produce entre Carmen y Roberto (por poner un ejemplo) y no entre la familia de Carmen y la familia de Roberto. Ni los familiares deben extralimitarse en su “ayuda” ni el/la afectado/a debe hacerlos sujetos activos del conflicto.

  • Airear los trapos sucios. El ser humano se pirra por los chismorreos, sobre todo si son ajenos. Es una debilidad, un delicatesen para nuestro tiempo libre (que muchas veces es demasiado). Hay que tener cuidado con a quién le contamos qué tipo de cosas. Seguramente el/la interesado/a se mostrará con una fuerza inquebrantable en cuanto a su discreción, que puede durar, el tiempo que tarde en despedirse de ti y abrir el whasap.

  • Depresión, ansiedad, falta de apetito, pérdida de peso… Un divorcio no es un camino de rosas (salvo casos contados donde no suele haber hijos que cuidar ni bienes que repartir). Es cierto que es una montaña rusa donde uno pasa por muchos altos y bajos; donde pasa a hundirse un día por pensar que su vida no tiene sentido y todo le sale mal, a estar eufórico otro día por salir de picos pardos (cosa que no ocurría desde tiempos inmemoriales). Bien, ni una cosa, ni la otra, todo depende de nuestra mente y de cómo afrontemos la situación. Aun no se ha muerto nadie por divorciarse, y eso que cada año, se rompen en España más de 100.000 parejas.

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